lunes, 1 de julio de 2013

El Protocolo en la Universidad


Hace años que el Protocolo está presente en la Universidad, lejos de iniciativas meramente comerciales, dentro de una estrategia de marketing, respetable, como todas, en su ámbito. Desde que la Doctora María Teresa Otero Alvarado presentara su tesis doctoral, afrontado desde una perspectiva socio-histórica esta materia, han sido muchas las investigaciones de elevado nivel (y que obtuvieron la máxima calificación que se puede obtener en el máximo grado de los estudios universitarios), que han tenido como marco las Universidades de Sevilla, Complutense, Málaga, Vigo, Salamanca, Granada y otras. Yo mismo he tenido el repetido honor de presidir los tribunales juzgadores en alguna de las más recientes en las Universidades de Sevilla y Málaga.
La Universidad española, la pública, esencialmente, lleva pues muchos años investigando y dando respuesta a las grandes cuestiones que, desde una perspectiva científica, con una proyección que trasciende la de ser un mero banco de datos, a los aspectos puramente anecdóticos o casuísticos de la cuestión. Por eso, erraron quienes llegaron a afirmar que, al convertirse en una carrera específica, al reconocerle la ANECA tal carácter, le protocolo “llegaba a la Universidad”.
Quienes al margen de toda expectativa, batalla o interés comercial nos aproximamos al fenómeno del protocolo como una parte de la comunicación corporativa a institucional, observamos alarmados que, en cierto modo, se ha convertido en un territorio asilvestrado, por varias razones que expondré.

Existe una oferta de estudios, carreras, cursos y actividades más o menos regladas absolutamente excesiva, no siempre con la calidad y el contraste necesario. Es una actividad que, desde su perspectiva comercial, se reinventa cada día: se ofrecen nuevas carreras, estudios especialidades o salidas, que son lo mismo de siempre, pero, a veces, con el nombre en inglés. Se anuncian a bombo y platillo todo tipo de cursos que crean falsas expectativas, para luego no llegar a celebrarse, porque le objetivo comercial no se alcanza.
Y lo peor es que todo esto no tiene remedio. La libertad del mercado es un derecho. Por eso, al menos en el espacio público, la Universidad debe ser rigurosa, sistemática y precisa, diferenciándose de otras vías, absolutamente insólitas (y que uno no comprende que la en otros ámbitos severa ANECA tolere). La lectura de la oferta comercial de alguno de estos estudios y carreras, que pretende fabricar universitarios sin bachillerato, amoldando las normas complementarias (legítimas para quien no pudo o quiso estudiar en su día) a un previo proceso de pago que luego se convalida es sencillamente bochornoso, si se tiene en cuenta el esfuerzo que se requiere a cualquier estudiante que quiera llegar a los estudios superiores.

Así que se ha inventado una alternativa que, mediante el estipendio adecuado, facilita lo que no se ha logrado mediante el esfuerzo, la dedicación y el estudio. Y este debe ser el camino para triunfar en la vida.
El protocolo es una cuestión de moda. Al margen de mis apreciaciones críticas, hemos de saludar las iniciativas que traten de avanzar seriamente, procedan de donde procedan y se lleven a cabo donde sea, en el estudio y la reflexión. Pero, nos engañemos. Tampoco planteemos como grandes novedades cuestiones resueltas y respuestas dadas hace tiempo. Si se quiere aprender y estudiar, la base de datos TESEO brinda un enorme campo de referencias científicas, para aproximarse a las aportaciones, estudios e investigaciones de máximo nivel que ya existen sobre el protocolo.

A mi entender, vendría bien una gran reflexión colectiva sobre el presente y el futuro de los estudios, salidas, ofertas y engaños del protocolo como carrera en España, que se plasmara en una declaración o manifiesto solemne de los agentes seriamente implicados en este proceso que cribara el grano de la paja y pusiera a cada uno en su sitio. Pero eso no va a ocurrir. Cada uno ya sabe el que ocupa.

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