martes, 28 de diciembre de 2010

Debemos evitar que el protocolo oficial contamine los actos de la sociedad civil, donde las autoridades son solamente invitados.


En todos los países de sistema político democrático occidental suele producirse, con independencia de otras circunstancias, el mismo fenómeno, especialmente gravoso en el caso de la organización de eventos privados, particulares, de empresa o entidades no oficiales que encuadraríamos dentro de lo que podemos definir como sociedad civil. Entendemos por tal todas aquellas manifestaciones públicas de entidades no oficiales; es decir, que no pertenecen ni al Estado, ni a su estructura, ni a sus órganos ni a ningún otro ente de la Administración general, regional o local.
Este fenómeno repetido es la invasión o la contaminación de aquellos acontecimientos que la sociedad civil organiza y proyecta por parte de los representantes oficiales a quienes se otorga erróneamente o ellos mismos se adjudican roles que no les corresponden en la morfología de un evento al que son ajenos. No son los anfitriones, sino, en todo caso, los invitados de honor o simplemente, invitados destacados, pero pareciera que están presidiendo o destacando en un acto propio, que ellos mismos hubieran organizado.
A veces la impericia, la falta de conocimientos o decisión de los organizadores de estos eventos permite la invasión de autoridades; otras se aceptan situaciones no justificables por la doctrina del mal menor. Pero también se pliegan al chantaje o la amenaza moral de que el cargo oficial no acuda si no preside o al menos figura en la presidencia le corresponda o no.
Como primera consideración hay que desmentir que esta invasión sea inevitable y que en todo caso suponga –insistimos- un mal menor, perfectamente asumible, con tal de evitar situaciones embarazosas o el deslucimiento del acto, o el simple enfado de los invitados oficiales si no se les permite ocupar la plaza a la que tienen derecho.
Convendría recordar aquí que los actos de las Administraciones son actos pautados, sujetos a la norma jurídica que los establece. En el mundo oficial todo está o debe estar previsto, pero en el ámbito de la sociedad civil el principio es justamente lo contrario: es lícito todo aquello que no es previamente considerado ilícito. En aplicación del principio de la autonomía privada, ¿quién puede impedir que una empresa o una institución se dote de un reglamento de organización y protocolo siempre que no infrinja alguna de las normas comunes del ordenamiento vigente que rige la vida social?
La confusión nace, a mi entender, de dos graves errores de principio: la ya citada falta pericia, conocimiento y autoridad de los propios responsables de organización de eventos privados y, sobre todo –y esto es más grave- de la confusión de roles por parte de las autoridades públicas, que creen que su autoridad o representación (legal o política) trasciende más allá de su espacio específico de ejercicio (el ámbito de lo oficial, por supuesto) y se proyecta automáticamente sobre cualquier evento público, aunque sea otro el organizador, su carácter privado y por tanto responde a otra representación sociológica.
En el ámbito privado, los reglamentos oficiales de protocolo adquieren, por tanto, un carácter distinto al que poseen plenamente en el oficial. La entidad privada fija por sí misma, porque tiene plena capacidad para ello, la norma de organización; pero el reglamento de protocolo oficial nos brinda la pauta para la norma de conducta, en cuanto a la cortesía y respeto hemos de conservar y mantener hacia el cargo o la personalidad pública a quien invitamos, precisamente por ser. Pero eso no significa otra cosa que hemos de mantener la consideración y el respeto que merece su rango dentro del esquema general de autoridades, que podemos tratarlo como invitado de honor y en contadísimos casos, a mi entender, cederle la presidencia, pero sin que en momento alguno se pueda colegir que la morfología del acto la determinada el protocolo oficial (que solamente nos sirve de pauta auxiliar o norma de referencia) y no nuestro propio criterio de organización.

Cuando en un acto propio de una entidad de la sociedad civil coinciden un representante de los poderes públicos, como invitado, y el propio anfitrión específico, el primero conserva la representación oficial que le otorga el orden legal vigente, pero no deja de ser un huésped al que recibe quien ostenta la representación sociológica y organizativa del ente de que se trate. El anfitrión puede ceder la presidencia del acto, cosa que recomendamos con carácter general que no se haga, o retribuir socialmente a su invitado con otras formas de cortesía, como tal invitado de honor sin perder el carácter visible de su condición, teniendo en cuenta que el protocolo es una ciencia comunicativa y que la sociedad capta y digiere los mensajes que le lanzamos.


La interpretación de las normas: 5 reglas de solución de conflictos


a) Primero: La regla de la especialización. El adecuado “Peinado”
Es decir, la confección de una serie de listas de autoridades y representaciones, según la naturaleza del acto a ordenar. Cada lista debe expurgarse previamente antes de ser cruzada con otra. Por lo tanto, hay que adecuar el acto a su verdadero sentido y dimensión, resaltando la representación más acorde con su propia naturaleza, dentro de unos límites razonables, entre otras cosas, al propio espacio.

b) Segundo: La regla de la ponderación
Aplicando criterios de evaluación de la valencia de cada entidad o representante en función de la propia importancia objetiva y representatividad de la institución o la persona que vamos a colocar en una lista de protocolo.

c) Tercero: La regla del equilibrio
Además de las autoridades tradicionales, las representaciones de la vida civil deben ser adecuadamente tratadas y ordenadas con criterios de escrupulosa cortesía.

d) Cuarto: La regla de la vinculación
Es de sentido común que, si el presidente de la Cámara de Comercio o una determinada empresa patrocinan una actividad de una entidad pública, el representante de aquella corporación o de la empresa en cuestión, han de ser colocados, en su caso, en lugar preferente dentro del acto oficial de que se trate. En el Protocolo inglés este aspecto se cuida mucho: un patrocinador generoso puede llegar a ser colocado incluso muy cerca de la mismísima Reina.


e) Quinto: La regla de la tradición

Cierto que el Reino de España es un estado aconfesional y que en el Protocolo oficial no se contempla ni prevé dónde colocar a las autoridades eclesiásticas. Pero, ¿cómo puede ignorar el Ayuntamiento de Compostela al arzobispo de la ciudad, que fue, además, el señor de la urbe? ¿O cómo puede ignorarlo la Universidad de Santiago, que fue fundada, precisamente, por un antepasado del actual arzobispo? Por lo tanto, a falta de norma reglada, la tradición acude en nuestro socorro, con el refuerzo de que en el propio ámbito de lo jurídico, costumbres y tradiciones son fuentes de Derecho.

Conclusiones


I. En un acto público privado, de empresa o institución, la organización y el protocolo lo determina el anfitrión, a quien corresponde presidir el acto y todas las demás funciones propias del mismo.

II. Con carácter general, las autoridades públicas serán tratadas como invitados de honor, estableciéndose dos categorías, en función de su rango:

a) Autoridades preferente
b) Resto de autoridades

III. El anfitrión determina la colocación de las autoridades públicas, conforme a los principios de respeto y cortesía.

IV. No se contempla la doble presidencia

V. El anfitrión podrá tratar a la autoridad pública más relevante como:

a) Invitado de honor con cesión de presidencia.
b) Invitado de honor sin cesión de la presidencia.

En cada uno de estos supuestos se dispondrá lo que más convenga desde el punto de vista de las precedencias y el ceremonial, para resaltar el carácter del invitado de honor.

VI. Según convenga a la morfología del acto, en la mesa o frente de presidencia se podrá:

a) Incluir al invitado de honor
b) Incluir a otros invitados de honor
c) Si bien se evitará la doble presidencia, el invitado de honor puede ser situado en lugar preferente a la derecha de la presidencia, en el caso de no cederle aquella.
d) Conforme a la naturaleza del acto, teniendo en cuenta que las presidencias deben ser cortas, se podrá incluir a otras autoridades en la presidencia, alternándolas con las de rango o categoría equivalente de la empresa o institución.

VII. En el orden y colocación de las autoridades invitadas se seguirá como pauta el ordenamiento de precedencias oficialmente vigente. De no ser posible, se procurará respetar su rango.

VIII. En función del interés y organización del acto, así como del número de autoridades presentes y de los de la empresa o institución, se podrá optar por una distribución alternadas de aquéllos o bien, por agruparlos en dos ámbitos sectores a ambos lados de un pasillo imaginario. Visto desde la presidencia, las autoridades oficiales serán coladas a la izquierda, y los miembros de la entidad a la derecha.


IX. Dado el elevado número de autoridades se procurará aplicar en todo momento las reglas de la especialización, ponderación y equilibrio. Ello se traduce en:

a) Especialización en función de la naturaleza del acto. No todas las autoridades del listado oficial tienen que ser invitadas a todo
b) Aplicar criterios de evaluación de la valencia de cada entidad o representante en función de la propia importancia objetiva y representatividad de la institución o la persona que vamos a colocar en nuestro ámbito
c) Las representaciones de la vida civil deben ser adecuadamente tratadas y ordenadas con criterios de escrupulosa cortesía en función de su representación sociológica.

X. Se cuidará de manera especial el respeto a las tradiciones culturales, aplicando el principio de analogía y las tradiciones para ubicar a aquellas personalidades no contempladas en el protocolo oficial. Del mismo modo, en el caso de mecenas, patrocinadores, prohombres o personalidades altruistas, su presencia será resaltada colocándolos, según la naturaleza del acto como invitados de honor preferentes.

lunes, 17 de mayo de 2010

El peculiar encanto de los viejos manuales de urbanidad














Los tradicionales manuales de urbanidad y buenas maneras, vigentes y de mucho uso en España desde finales del siglo XIX hasta poco más de los años sesenta del pasado siglo, vistos desde nuestra perspectiva, presentan dos coincidencias reseñables: Por una parte, eran prontuarios con fórmulas -con frecuencia de catecismo civil- donde por medio de preguntas y respuestas se explicaba cómo comportarse correctamente en todas las circunstancias posibles de la vida social. Pero por otro lado, con no menos insistencia, enseñaban que la sociedad se divide en estratos y que los de abajo deben mostrar respeto a los de arriba, en tanto éstos debían ser condescendientes con los inferiores, desde su elevada posición. Este tipo de manuales no se ajustaba a un sólo modelo. Los había muy genéricos, otros eran más específicos, para un determinado colectivo o grupo social; estaban los editados por instituciones religiosas o que surgían en función de los cambios políticos habidos en el país, como el famoso "El Niño republicano", antecedente de la "Educación para la ciudadanía", aunque menos sesgado que algunas de las obras editadas al amparo de la política del actual gobierno de España.

Uno de los últimos autores de un manual, clásico de Urbanidad fue Emilio Alonso Burgos, quien en 1959 edita “Cortesía Juvenil”, en Salamanca, el libro de cabecera de educación urbana de los colegios salesianos de España.

El manual más antiguo que yo conozco, de autor anónimo está datado en 1837 y se titula: “El hombre fino al gusto del día. 3ª Edición. "Traducido del francés al castellano por D. Mariano de Rentería y Fría. Aumentada con las reglas de educación y decoro para señoras. Imprenta del Colegio de Sordomudos, Madrid". Sánchez Moreno publica en 1925 su “Tratado práctico de etiqueta y distinción social”, en la Editorial Cultura de Barcelona. La obra de Pilar Pascual Sanjuán, "Resumen de Urbanidad para las niñas" es, en realidad anterior, se publicó en 1920, pero sus consejos no son de carácter general, sino específicamente para el adolescente público femenino. Más conocida y todavía usado es la “Enciclopedia de la educación y mundología”, de Editorial de Gassó Hermanos, que se publica en Barcelona en 1957 por parte de Antonio Armenteras. Gertrud Oheim, Gertrud publica en 1965 el "ABC de la etiqueta moderna”. Círculo de Lectores, Madrid.

En contra de lo que pudiera pensarse, se han seguido publicando libros sobre urbanidad. Son frecuentes lo que se refieren a las buenas maneras, como el Manual de Angel Amable, que el Círculo de Lectores lanzó en 1992 y que se complementa con el clásico "Las buenas maneras", que Editorial Galaixa de Vigo reeeditó en 1992 al escritor Eduardo Blanco Amor.

En nuestros tiempos se suceden obras como: La etiqueta hoy. Como ir por la vida con seguridad y estilo. Ediciones Acervo, Barcelona, de Natalie Devalls, de 1995; o Manual de cortesía y convivencia, de Fernando Díaz Plaja, editado en 1996 en Oviedo por Nobel.

Además, es frecuente que se recuperen libros clásicos de consejas y recomendaciones, como "El arte de la prudencia", de Baltasar Gracián, edición da José Ignacio Díaz Fernández. Ediciones Temas de hoy (vigésima edición), Madrid, año 2002, o el famoso tratado del Duque de Camposol: "Código de etiqueta y distinción social". Editorial Estudio, Madrid, en fecha no determinada.

Y para clásico, el "Debret”. “Nuevo tratado de Etiqueta y reglas sociales", de varios autores (edición española, que Edaf publica en 1984). Camilo López escribe "El libro del saber estar. La urbanidad y los usos sociales", que aparece en 1993 y edita Plaza y Janés en Barcelona. Son especialmente interesantes para estudio dos libros de Amado de Miguel "Cien años de urbanidad. Crítica de las costumbres de la vida española". Planeta, Barcelona (1991) y el libro del mismo autor, cuatro años después "La España de nuestros abuelos. Historia íntima de una época", de Espasa hoy, Madrid. Tampoco podemos olvidar en este recuento un libro especialmente entrañable, publicado en 1990, poco antes de morir, por el doctor Juan Antonio Vallejo Nágera: "Aprender a hablar en público".

Y no hemos de dejar fuera, por su fina ironía contracultural entonces y ahora, y pese a su tono sarcástico y burlón, el libro "Curso completo de gramática Parda. Dividido en quince lecciones en las que se dan reglas para que cualquiera pueda vivir sin tener necesidad de trabajar. Por el Bachiller Cantaclaro, publícala D. Ramón Soler. Madrid, 1865. Librería de la Viúda e Hijos de Don José Cuesta, Calle Carretas, núm.9".

Obispados, parroquias y curas diversos editaron en España durante la primera mitad del siglo XX toda clase de prontuarios donde mezclaban consejos religiosos con normas de conducta social, y hasta sanitarias e higiénicas, vistos obviamente desde la doctrina más rigurosa del nacional-catolicismo. Una joya, rara de encontrar, pero que el magisterio español tuvo que aprender y manejar son las "Normas de decencia cristiana", de la Comisión Episcopal de Ortodoxia y Moralidad, publicas por el Secretariado del Episcopado Español en Madrid en 1962.

Al igual que los imanes ortodoxos del Islam, el episcopado español recomendaba en su norma 123 del prontuario que citamos:

"Deben evitarse los baños mixtos (individuos de distintos sexos), que entrañan casi siempre ocasión próxima de pecado y de escándalo, por muchas precauciones que se tomen y más, si cabe, en las piscinas, donde lo reducido del espacio y la aglomeración de personas hacen más próximo el peligro. Ni se atenúa porque las piscinas sean de propiedad particular y aun familiares".

Esta regla solamente admitía una excepción, con matices, las piscinas infantiles, "siempre que los niños no hayan llegado al uso de razón".

El manual por excelencia

Sin duda, de todos los manuales de este tipo, el más completo puede ser el ya citado "El hombre fino", de 1837. En su portada se puede leer todo esto:


"EL HOMBRE FINO al gusto del día. Manual Completo de Cortesía Urbanidad y Buen Tono, con las reglas, aplicaciones y ejemplos del Arte de presentarse y conducirse en toda clase de reuniones, visitas, etc.; en el que se enseña la etiqueta y ceremonial que la sensatez y la costumbre han establecido; con la Guía del tocador y un tratado del Arte ciusoria. Traducción del francés al castellano por Don Mariano de Rementeria y Fica. Tercera Edición. Aumentada con las reglas de Educación y Decoro para señoras. Madrid: 1837. Imprenta del Colegio de Sordo-mudos. Se hallará en la librería de Cuesta, frente a las Cobachuelas".

El sumario detalla los contenidos del libro e incluye: el hombre de gusto en casa, el trato con sus iguales, en casa de los superiores, de los artistas, en una tertulia, en el teatro, en el baile, en la boda, en la mesa, en la visita, en el viaje...Y además comprende recomendamos sobre: tocador, corbata, guantes, equitación y por último reglas y axiomas morales sobre el espíritu de la sociedad.

Algunos consejos son realmente curiosos y reflejan la hipocresía de un tiempo pasado en la sociedad española. Con respecto al matrimonio señala:

"Hay matrimonios de amor y de especulación. Si vuestra elección la ha decidido más bien la dote de una joven que su hermosura, encubrid cuidadosamente el motivo de vuestra determinación, aparentad para con la novia un amor que el tiempo producirá al cabo en vuestro corazón". No os pongáis a regatear como sucede a menudo sobre el precio de aquella que buscáis, dejad a amigos seguros y discretos el cuidado de las condiciones del contrato".

En el libro sobre cómo deben presentarse las niñas bien educadas Pilar Pascual Sanjuán ("Resumen de Urbanidad para las niñas) nos enseñan que lo correcto es hacerlo así: "Una servidora de usted o simplemente servidora de usted (según los casos), la que tiene el gusto (o el honor) e hablar a usted, etcétera...." En esta obra, se distinguen varias situaciones desde la urbanidad en general y el trato, bien con superiores o inferiores, la escuela, la mesa, el especial respeto a las personas con dignidad. La verdad es que, pese al tiempo transcurrido, alguno de sus consejos sobre la cortesía social no están tan pasados de moda.

Los consejos del duque de Camposol para todo

Entre otras muchas cosas, en su “Código de etiqueta y distinción social”, el duque de Camposol os dice:

“Los que visiten una oficina pública, bien sea en los despachos, o utilizando las ventanillas, deberán descubrirse, formulando sus preguntas en tono correcto y no exigiendo del funcionario con quien se relacionen más datos que los que éste pueda darles por razones reglamentarias o de obligada delicadeza. La altanería, las amenazas o cualquier otro género de coacción, son vejámenes intolerables para los funcionarios y demuestran una pésima educación en quien los emplea, pudiendo dar lugar a que el funcionario agraviado en el ejercicio de su cargo impida la estancia en el local del despacho a la persona que tan mal se comporte.
La entrada en un departamento u oficina pública no ha de realizarse sin que previamente se pida permiso, debiendo permanecer el visitante en pie, hasta tanto que se le ofrezca asiento y haciéndolo a distancia de la mesa donde haya papeles o libros abiertos, cuya lectura sería siempre imprudente, antirreglamentaria y hasta punible.
En las tiendas seremos correctos con los dependientes, y jamás abusaremos de la tolerancia que forzosamente han de tener éstos con el público, para hacerles revolver el establecimiento entero, saliendo luego sin haber adquirido objeto alguno.

En los cafés nos comportaremos como personas educadas, demandando perdón a las personas que sufran una molestia de nuestra parte. Si concurrimos invitados por alguna persona dejaremos que ésta pague, apreciando de tal forma su deferencia. Nada más ridículo que esos pugilatos tan corrientes en los cafés y cervecerías, en los que dos personas discuten sobre quien ha de pagar, cuando en la mayoría de los casos ninguno de los dos tiene ganas de hacerlo. La fórmula correcta en tales casos y siempre que no medie invitación especial, es la de que cada cual pague lo que 'haya consumido.

Por último, recordaremos la obligación que tenemos de saludar correctamente a las señoras y caballeros con quien nos crucemos en las escaleras de una casa. Nunca subiremos en ascensor con una señorita sola y desconocida, y, al hacerlo, lo efectuaremos descubriéndonos hasta la salida del camarín y facilitando el acceso de ellas a la escalera. También es obligado ceder el paso a las señoras y personas de respeto cuando nos encontremos con ellas en una escalera”.

¿Cómo debe oler un hombre?

Antonio de Armenteras, en su “Enciclopedia de la Educación y la Mundología” nos enseñaba en 1957 cómo debe de oler un hombre.

Nunca, un perfume será lo suficientemente viril para poder ser usado por un hombre. Esta afirmación no significa de ninguna manera que yo vaya a sostener que el hombre, para ser considerado como tal, deba oler a tabaco o a vino. El que huela así, tal vez sea un hombre, pero un hombre sucio.
El hombre debe oler a limpio, a jabón, o a colonias frescas, cargadas de alcohol y con aromas de limón. Péinese y fricciónese con esa clase de aguas, después de un buen lavado, y el olor que despida su presencia, será sumamente agradable sin dejar de ser varonil.
Soy tan enemigo de los perfumes, que tal vez no esté en lo cierto al recomendar a las mujeres que los usen con mucha precaución, o mejor aún que no los usen. [… ] En primer lugar, porque bastará que una dama perfumada nos ofrezca su mano, para que nos traspase el olor de su perfume y lo mismo nos sucederá, si resulta ser nuestra vecina de asiento en el tranvía, en el autobús, en el teatro o en el cine. […]

El buen niño republicano

En el libro destinado a formar buenos niños republicanos, se proponen ejercicio de conversación y lectura sobre cultura republicana. Los escolares debían ejercitarse en pruebas como ésta:

¿Cómo se llamó el primer Presidente de la Repú¬blica de 1873? ¿Qué edad tenía Figueras cuando fue elegido Presidente? ¿Cómo era el primer Gabinete de la República? ¿Sabes en qué consiste el Canto¬nalismo? ¿Cuál fue la conducta de Estanislao Fi¬gueras al ver la Patria en peligro?

Explica a tus amigos la biografía de Estanislao Figueras, primer Presidente de la primera Repú¬blica.

Recomendaciones para la conversación y el beso (en la mano)
No está tan pasada de moda la recomendación que Ezequiel Solana, maestro normal, incluye en su libro “Reglas de urbanidad y buenas maneras. Advertencias útiles, que conviene conocer y practicar a toda persona que viva en sociedad”, A propósito de la conversación señala que «Si la palabra es plata, el silencio es oro», dice un proverbio árabe.
Se arrepiente uno frecuentemente de haber ha¬blado mucho; raras veces de haber hablado poco. (Se juzga de un hombre por la. Palabra como de un vaso por el sonido.» Por eso conviene hablar poca y saber lo que se habla. Se procurará, cuando se llega a una reunión, no ponerse a hablar sin informarse previamente de lo que se trata. Se cuidará también de no interrum¬pir inopinadamente, y en todo caso que la inte¬rrupción sea breve y oportuna. Sin embargo, está admitida la interrupción cuando sirve para dis¬traer hábilmente la conversación de un terreno pe¬ligroso o para. Terminar un asunto suficientemente discutido.
Gertrud Oheim (1956) en el “Abc de la etiqueta moderna” se refiere al beso en la mano de este modo:

Esta costumbre está muy discutida, pero hay que reconocer que es una manera muy galante de saludar a las damas. Tiene muchos enemigos y muchos partidarios.
El besar la mano tiene también sus reglas que habrá que seguir para no caer en el ridículo. Antiguamente sólo se besaba la mano a las mujeres casadas. En la actualidad hay muchas mujeres solteras célebres por haber ganado el premio Nobel, o por ser médicas famosas o pedagogos de mérito, etcétera, a las que se concede el mismo privilegio aunque sean solteras. Lo mismo se hace con señoritas ancianas. Porque el besar la mano siempre expresa cierta admiración y respeto.
Ante todo habrá que saber distinguir qué manos merecen ser besadas. Hay hombres que tienen la convicción de que este gesto nunca está de más y lo prodigan sin distingas. Besan las manos en la calle, en el tranvía, en la piscina, etcétera, sin pensar que están haciendo el ridículo y abrumando con esta atención tanto a una dama elegante como a una humilde mujercita que se estará riendo de él para sus adentros. Por lo tanto, si practicamos esta costumbre, debemos hacerla como corresponde.
• Sólo se besará la mano en lugares cerrados, nunca en la calle.
• El caballero se inclinará sobre la mano de la dama, que a su vez la levantará un poco facilitándole el gesto. Pero es de mal gusto levantar bruscamente la mano de la dama o plantarle un beso sonoro.
• En rigor, si la dama lleva guantes no debiera besársele la mano. Sólo en las operetas y en las novelas malas se atreven los caballeros a levantarles el puño del guante para depositar un beso rendido y cursi en su blanca mano. Pero el uso ha extendido el beso al guante.
• Los caballeros con sensibilidad notarán en el acto cuándo una dama desea que le besen la mano o no. Tampoco es femenino obligar a los señores a besar la mano, colocándola a la altura de su boca.

Aquella moral de aquellos tiempos

Los alumnos de la comunidad salesiana tuvieron, durante mucho tiempo, que utilizar su propio Manual Urbanidad, llamado “Cortesía Juvenil”. Entrados los años sesenta, aprendían cosas como ésta, escrita a modo de exhortación:

“Honestidad entre jóvenes de ambos sexos. Reprueba la actitud poco correcta y a veces desvergonzada de ciertos jóvenes de ambos sexos (igualmente reprobables aunque se digan novios), que se permiten actitudes que hieren la sensibilidad del público correcto, ofenden el pudor de las gentes honestas, dan escándalo a niños y jóvenes y llaman la atención con ademanes groseros y provocativos.

Tal sería echar los brazos sobre los hombros de la persona de otro sexo, IR COGIDOS DE LA MANO [el subrayado en nuestro], ir medio abrazados y hacer demostraciones afectivas en plena calle, en trenes, metros, coches y cines; en los asientos de los jardines, en las terrazas de los cafés y en las orillas de los caminos y carreteras”.
Los últimos libros de urbanismo
Debemos a Fernando Díaz-Plaja alguno de los últimos y más actualizados libros sobre la materia que nos ocupa. Su “Manual de Cortesía y Convivencia” es un libro divertido, de fácil lectura que disecciona y da consejos para evitar los viejos y nuevos malos hábitos de los españoles. A modo de ejemplo, apunta sobre ese interlocutor que siempre tiene que estar tocando a la otra persona:
El Galateo Español de Gracián Dantisco (1582) ya advertía de la descortesía que significaba estar uno tocando al otro en el transcurso de una conversación. Porque no le ha de estar dando con el codo o con la mano como muchos sue¬len hacer a cada palabra diciendo: ¡Lo que os digo, ¿no es verdad?, oídme, señor Fulano; y todavía les están sacudien¬do con las manos en los pechos y asiéndolos de los boto-nes. Y yo vi a uno que tenía tal manía en esto que desa¬brochaba a cuantos hablaba!.
No conozco a nadie que haya llegado a ese extremo, pe¬ro sí (como seguramente muchos lectores) al tipo que ne¬cesita refrendar sus argumentos verbales con el constante toqueteo en el brazo o la pierna del interlocutor. Mi im¬presión personal es que se trata de una persona tan insegura que teme que a cada instante el oyente se distraiga y no atienda a sus razones, por lo que necesita llamarle la atención de forma constante con los nudillos, como quien golpea una puerta que parece le están cerrando".
Un consejo final, releer estos viejos manuales de vez en cuando nos ayudará a evitar el contagio que supone una sociedad donde ya no se valora como nuestros abuelos el respeto al otro y la cortesía.

Para varias generaciones de españoles, “Corazón” de Edmundo de Amicis, fue el libro de lectura y urbanidad en la escuela


Miles de españoles, ahora sesentones, conservamos el recuerdo del que fue para miles de nosotros el libro de lectura y prontuario por excelencia de reglas de urbanidad en la escuela primaria. El libro, que aparece en Italia en 1886, hizo célebre a su autor, Edmundo de Amicis, en el mundo entero y alcanzó más de cuarenta ediciones ya en su tiempo, siendo traducido a todos los idiomas del mundo

El argumento consiste en un diario escolar, en el que Enrique, muchacho turinés de tercer curso, anota los acontecimientos principales del año, entremezclados con las cartas de sus padres y con cuentos mensuales, algunos de los cuales se han hecho famosísimos. (De los Apeninos a los Andes). Es un libro sentimental, lleno de recuerdos, que exalta el patriotismo, la solidaridad con todos, la generosidad y el altruismo. ¿Y cómo no, la urbanidad?

Veamos uno de los fragmentos que enseña a comportarse en la calle (pero piénsese que estamos en la Italia del Resurgimiento):

"Te observaba desde la ventana esta tarde al volver de casa del maestro; tropezaste con una pobre mujer. Cuida mejor de ver cómo andas por la calle. También en ella hay deberes que cumplir. Si tienes cuidado de de medir tus pasos y tus gestos en una casa, ¿por qué no has de hacer lo mismo en la calle, que es la casa de todos? Acuérdate, Enrique: Siempre que encuentres a un anciano, a un pobre, a una mujer con un niño en brazos a un impedido que anda con muletas, a un hombre encorvado bajo el peso de su carga, a una familia vestida de luto, cédeles el paso con respeto: debemos respetar la vejez, la miseria, el amor maternal, la enfermedad, la fatiga, la muerte. Siempre que veas una persona á la cual se le viene encima un carruaje, quítale del peligro, si es un niño; adviértele, si es un hombre; pregunta siempre qué tiene al niño que veas solo llorando. Recoge el bastón al anciano que lo haya dejado caer. Si dos niños riñen, sepáralos; Si son dos hombres, aléjate por no asistir al espectáculo de la violencia brutal que ofende y endurece el corazón. Y cuando pasa un hombre maniatado entre dos guardias, no añadas á la curiosidad cruel de la multitud la tuya; puede ser un inocente. […]

[…]Responde siempre con finura al que te pregunte por una calle. No mires á nadie riendo, no corras sin necesidad, y no grites. Respeta la calle. La educación de un pueblo se juzga, ante todo, por el comedimiento que observa en la vía pública. Donde notes falta de educación fuera, la encontrarás también dentro de las casas. Estudia las calles estudia la ciudad donde vives, que si mañana fueras lanzado lejos de ella, te alegrarías de tenerla bien presente en la memoria y de poder recorrer con el pensamiento tu ciudad, tu pequeña patria, la que ha constituido por tantos años tu mundo, donde has dado tus primeros pasos al lado de tu madre....."