En los meses que lleva jubilado,
el llamado “Rey emérito” –figura que por cierto no figura en la Constitución y
que técnicamente es una creación del Gobierno Rajoy- está dando demasiado que
hablar, a propósito de su vida de asueto y lujo que, inevitablemente, recuerda
el “exilio dorado” de su abuelo Alfonso XIII, que acabó de rematar el mal
recuerdo y la mala imagen que su paso por la historia dejó en los españoles.
La última noticia dentro de ese
periplo que lo está llevando por los mejores restaurantes de España, en lo que
debe ser un agotador esfuerzo, la distribuyeron las agencias de prensa, con
relación al modo y lugar en que Juan Carlos, alejado de su familia (en lo que
él mismo calificaba en sus discursos de “fiestas
entrañablemente familiares”) pasó el fin de año. Como se ha publicado,
escogió el lujoso barrio de Beverly Hills de la ciudad de Los Ángeles para decir
adiós al 2014. Anteriormente pasó la Nochebuena con sus hermanas, las infantas
Pilar y Margarita, con su hija mayor, la infanta Elena, y los hijos de ésta, y
comió en Navidad con Felipe y Letizia.
Juan Carlos fue visto en Los
Ángeles en el lujoso restaurante 'The
Ivy'. Conviene recordar que el ex Rey va acompañado de una escolta que
pagan los contribuyentes españoles y que además perciben elevadas dietas
internacionales cuando salen al extranjero. O sea, que el concepto de “viaje
privado” no es exacto. Desde luego, de la que nada se supo es de su esposa, la
otra emérita, que se supone pasó estos días en Londres, con su familia. Además,
si no viajó en línea regular y se desplazó con un avión de las Fuerzas Aéreas,
la factura para el Estado habrá que tenerla en cuenta.
¿Pero, y por qué hablamos de
semejanzas?
Cuenta Pilar Eyré, a propósito de
la decadente vida del abuelo de Juan Carlos, que “cuando desembarcó en el muelle de Marsella, Alfonso XIII –tras ser
expulsado por los españoles- parecía un distinguido viajante de comercio. Iba
con traje y sombrero” Recuerda esta experta en las historia de la Casa
Real, que “en el muelle sólo lo esperaba
el embajador Quiñones de León, que le dijo que la reina iría directamente a
París. Un taxi lo condujo al hotel, pero don Alfonso prefirió pasar esa noche
en Hotel de París, de Montecarlo, en cuyo bar lo fotografiaron los periodistas
franceses”. Al pie de las fotos que presentaban al despreocupado ex rey tan
feliz se podía leer: “El rey playboy
degustando el cóctel Alfonso XIII que ha inventado el barman Emile”.
Rijoso, como siempre, se reservó
una suite en el hotel Meurice para recibir a sus amantes o simples meretrices
de ocasión. Ya se sabe cómo acabó su matrimonio con la reina Victoria Eugenio,
quien llegó hasta por reclamarle la dote en un largo pleito. ¡Curiosa
coincidencia la triste historia de este matrimonio con la de su nieto!
Pero lo cierto es que, Alfonso
XIII no lo pasó mal. Dice Eyre que “se
convirtió en un nómada de lujo, dedicado a deambular por París, Roma, la
Riviera, Cannes, los cotos de caza europeos, el Hotel Semíramis de Egipto o
Deauville, en cuyo casino jugaba a le chemin de fer cuya apuesta mínima eran 80
libras. Era una figura decadente y patética, con los ojos tristes de todos los
desterrados”
En circunstancias bien distintas,
el rey jubilado esté empezando a llevar una vida parecida, si nos atenemos a lo
que se va sabiendo y viene publicando la propia prensa más cortesana y menos
critica. Según este recuento, es ex monarca ha realizado varios viajes
internacionales durante estos meses. En octubre se desplazó hasta Reino Unido
para presenciar un partido de fútbol entre el Manchester City y el Tottenham
invitado por el propio presidente de los ‘citizens’, Khalodoon Al Mubarak. Un
mes más tarde, en noviembre, viajaba a Abu Dabi, con la intención de disfrutar
de uno de sus deportes favoritos, la Fórmula 1.
Durante estos seis meses el Rey
‘saliente’ no ha parado. Juan Carlos ha frecuentado sus restaurantes favoritos de
Madrid: El Bodegón, Casa Botín, El
paraguas, Currito, Horcher o el Aspen
de La Moraleja. También se ha sentado a la mesa en establecimientos de otras comunidades
como el Celler de Can Roca, que se
encuentra en Girona, Amparito Roca,
en Guadalajara, o el Arzak de San
Sebastián.
De lo que se dice trabajar, ha
trabajado más bien poco, no se cuentan más allá de una docena de compromisos,
entre ellos un viaje a Colombia y la entrega de algunos premios. Habrá que ver
qué ocupaciones asume el ex rey en los meses venideros. Realmente, a falta de
un Estatuto de la Corona, asunto pendiente desde antes de su abdicación, y que
su nuevo “cargo” es una invención improvisada, habrá que ver de qué modo
justifica Juan Carlos I el sueldo que cobra y los privilegios que conserva, sin
la menor responsabilidad.
A nadie se le escapa que este ex
rey, de trayectoria personal tan poco ejemplar –que hasta le obligó a pedir
perdón a los españoles- tiene que encontrar su sitio. Y que convertirse, como
alertan las evidencias visibles, en un jubilado de lujo a cuesta de los
españoles, va a repercutir en la –se diga lo que se diga- dañada imagen de la
Corona que los asesores de su hijo tratan de recomponer, mediante falsos
espejismos de que la institución ha cambiado. O sea, que más discreción y menos
gastos.