
La actuación policial contra
todas aquellas personas que exhibían símbolos republicanos, la amenaza de tomar
nota de los edificios en que apareciera alguna enseña, y la contundencia
represiva ha sido una absurda e innecesaria medida, cuyo efecto es el contrario
del perseguido.
El artículo 20 de la Constitución
española reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los
pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier
otro medio de reproducción. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse
mediante ningún tipo de censura previa. Y el artículo 16 garantiza la libertad ideológica, religiosa y
de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus
manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público
protegido por la ley.
¿Por qué se criminalizaron a
priori las manifestaciones republicanas? Nada que objetar si se tomaban medidas
contra actos hostiles manifiestos o violentos. Pero unas cuantas banderas y
unos cuantos gritos en la calle no iban a asustar a Felipe, sino recordarle que
hay españoles que no aceptan la institución que representa. Y por reprimirlos
no van a dejar de existir.
El artículo 21 de la
Constitución reconoce el derecho de
reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará
autorización previa. Parece bastante claro que los españoles reprimidos o
censurados sufrieron el quebranto de sus derechos constitucionales de manera
harto grave.

Pero casi fue peor la ridícula
metedura de pata de Rajoy, que está obligado a cumplir el Real Decreto de
Precedencias del Estado, ahora modificado para la recolocación de los reyes
salientes. Rajoy y el jefe de Protocolo del Gobierno saben que, tras los reyes
y los miembros de la familia real, va él mismo, seguido del presidente del
Congreso de los Diputados. ¿Cómo
intercala a su esposa relegando al titular del Parlamento, como si esta señora
fuera un cargo público en un momento especialmente solemne para el Estado? Una
chapuza y un desastre. Para llevar a la esposa, ya están los actos sociales,
como la recepción posterior a la proclamación.

Hubo otros fallos, que se
comprenden, como cuando Letizia se quedó sentada en el coche que los conducía
al Palacio de Oriente, mientras sonaba la Marcha Real y el nuevo monarca
saludaba.
Pero todo eso ya es historia.
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