domingo, 6 de enero de 2008

Los alcaldes no deben ceder nunca su bastón, porque es la insignia que los identifica







Uno de los más frecuentes errores que se cometen en el protocolo local, es la entrega por parte del alcalde de su bastón al Rey o a cualquier otro personaje relevante. Es un acto de sumisión errado e impropio. El bastón de mando no es un adorno, sino una insignia. Es el emblema de su autoridad. El acto de toma de posesión de un alcalde se perfecciona cuando éste recibe el atribuuto que tradicionalmente lo identifica.
Si recuerdan la puesta en escena del clásico español, por ejemplo "El alcalde de Zalamea", de Calderón de la Barca o las comedias de Lope de Vega, aquel personaje se caracteriza por que porta permanentemente la vara y no la declina ni ante el propio Rey.
Cuando al final del drama, el Rey absuelve a alcalde de Zalamea de toda culpa, porque "erró en lo menos pero acertó en lo más" por haber ahorcado a un capitán de sus Tercios, a quien no ampara el fuero militar, por haber deshonrado a la hija de Pedro Crespo (el alcalde), éste no le entrega la vara.
Tampoco lo hizo el teniente general Pérez Viñeta ante el Rey, a quien acompaña a pasar revista, pero sin soltar su vara de mando en plaza.
Recientemente, fuimos testigos del absurdo parìpé desempeñado por el alcalde de Oviedo ante Felipe de Borbón y Letizia Ortiz. Aquel entregó a Felipe la vara de mando municipal y seguidamente se la trasmitió a la periodista asturiana, quien realmente no sabe qué hacer con ella, como expresivamente muestran las imágenes.
Algunos alcaldes llegan a entregar la vara al presidente de la Diputación cuando éste los visita.
En una sociedad democrática hay que poner fin a estos gestos de sumisión y de pleitesía del pasado.
Puede parecer simpático el gesto del primer edil ovetense con el joven Capeto y su esposa. En todo caso, es recomendable, si no se tienen las cosas claras, dejar la vara en casa. La vara o el bastón de mando es una insignia de la dignidad democrática que se ostenta, por elección de los ciudadanos, aunque no sea perfecta.
El protocolo es un lenguanje simbólico: entregar aquel símbolo es un impropio acto de sumisión, de inaceptable pleitesía.
Claro que a los edecanes les encantan estas cosas y las recomiendan, sugieren o imponen. Pero hay que poner fin a esta costumbre del pasado. Que un alcalde entrega el bastón de mando -cosa frecuentísima y generalizada- es tan absurdo como si un militar se quitase sus divisas ante el Rey y se las entregase a éste. Claro que no solamente se mete la pata en el ámbito civil. Tambíén en algunos cuarteles se ha visto a autoridades con bastón (en el ámbito militar, ostentan bastón las autoridades superiores en su espacio, demarcación o destino: el coronel de un Regimiento, el comandante de un buque, el general con mando, etc) hacer lo mismo ante el ministro de Defensa.
Insistimos: se se es más cortés, respetuoso o educado por adoptar gestos de sumisión impropios en una sociedad democrática del siglo XXI.

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