El proceso
comercial-reduccionista que pretende reinventar, con varias líneas de producto,
la profesión de Protocolo, convirtiéndola en un sindicato de actividades
diversas, pese al corifeo que lo acompaña no va a ayudar en nada a los fines
que dice perseguir.
Pondré un ejemplo para que se
entienda mejor qué quiero decir. Y recurriré a un símil militar. En la guerra,
los Estados Mayores, planean, desde una perspectiva global, una determinada
acción; es decir, estratégica. Y para ejecutarla, se cuenta con las unidades
tácticas (en el caso concreto de España, la unidad táctica básica de Infantería
es la brigada, formada por batallones, éstos por compañías, éstas por
secciones, y éstas por pelotones, los pelotones por escuadras y las escuadras
por individuos. En cada escalón, un mando, desde general a cabo.)La estrategia diseñada por el mando se convierte en acciones tácticas que desarrolla cada escalón siguiente y subsiguiente para alcanzar los objetivos marcados. El jefe de Protocolo es como un general, un estratega, con visión general de los objetivos del acto o la ceremonia que debe llevar a cabo. Su función no es colocar las sillas ni organizar el refrigerio. Su función es diseñar, de manera estratégicamente global, el acto y encargar a los escalones subsiguiente todos los pasos, tácticos, para llevarlo a cabo.
Pero por el camino que vamos
parece que quieren convertir al jefe de protocolo en un organizador de bodas y
bautizos. Y no es eso. Un estratega puede organizar una batalla, pero también
una acción civil de desplegar una unidad en socorro de una emergencia. Su
perspectiva le permite concebir los planes y demandar o disponer los recursos
en orden al éxito de la acción a emprender.
Como su visión es global, su
formación debe serlo. Casi resulta pintoresco la imaginación creativa de los
circuitos comerciales para inventarse carreras, salidas, especializaciones y pretendidas
novedades de lo que no es otra cosa que lo mismo. Como profesor de Comunicación
institucional y corporativa debo confesar que me asombra la naturaleza de
algunas cosas que se anuncian por ahí con imaginativos reclamos presentando
inventos realmente curiosos. Por ejemplo, un director de comunicación, tanto de una institución como de una entidad o empresa, funciona básicamente a partir de los mismos esquemas, determinados por los objetivos a cubrir, los medios con que cuenta, los públicos a alcanzar, y la respuesta y prevención ante situaciones de crisis, relaciones con los entornos y eventualidades. Un buen director de comunicación, como demuestra la experiencia, puede estar hoy en una fundación privada y mañana en el Tribunal Supremo. Dentro de ese mundo, el trasiego es muy fluido, variado y permanente.
Quieren quieran creerse las
milongas pueden descubrir algún día la cruda realidad. Yo espero que los profesionales
de Protocolo, las asociaciones que los engloban, los profesionales solventes,
no estén dispuestos a echar por la borda el valioso capital que poseen,
generado por el trabajo y la experiencia de la profesión real, la verdadera.