En los últimos días,
la Casa Real ha evacuado una serie de contradictorias noticias, que por un lado
presenta como novedades cosas viejas y por otro contradicen la propia esencia y
condición de la institución. Es una especie de adaptación camaleónica, que sin
variar lo esencial de la Corona ofrezca una falsa sensación de modernidad.
El 27 de noviembre, la
agencia Efe distribuía un telegrama dando cuenta de que “Don Felipe ha dispuesto que frente a la entrada principal de las
dependencias de la Casa del Rey en la Zarzuela ondee permanentemente una
bandera de España, que sustituye desde esta semana a la que era izada y arriada
a diario en el puesto de guardia del palacio”.
¿Novedad? Nueva
bandera? ¿Acaso la han cambiado? Ninguna, un simple cambio de ubicación del
mástil. Se cambia del puesto de guardia del Palacio a la entrada principal. Lo
realmente raro es lo que sigue: “El Rey
ha dispuesto que se celebren cuatro ceremonias al año de arriado e izado"
de esta bandera por la Guardia Real, que coincidirán con el 6 de enero como día
de la Pascual Militar, el 19 de junio por ser el de su proclamación como
Monarca, el 12 de octubre con ocasión de la Fiesta Nacional y el 6 de diciembre
al ser el día de la Constitución”.
Parece indecoroso que
la Casa Real pretenda vendernos como gran novedad para disfrazar, a mi
entender, una grave reducción ceremonial de un acto esencial: el izado y
arriado de la bandera y los honores a los caídos. Según la tradición y la
ordenanza, la bandera debe ser izada y arriada en todas las dependencias
militares y buques de la Armada a la amanecida y a la puesta del sol,
respectivamente, con determinados honores, a los que se añade al arriado el
homenaje a los caídos.
Cuando el Don Manuel
Azaña visitó Francia quedó admirado de que el primer acto del día escolar en el
país vecino en la Escuela pública, fuera el izado de la bandera y el canto de
la Marsellesa. De suerte que escribió que cuando nosotros tomásemos esa misma
costumbre, España sería en verdad una nación.
En el Palacio Real, la
enseña nacional ha estado permanentemente izada junto con los estandartes
reales en su caso, en todo momento o cuando el Rey se halla en Palacio.
Decir que a partir de
ahora la bandera estará izada permanentemente no es novedad alguna. Si solo se
va a izar y arriar con honores en cuatro fechas indicativas, ¿qué pasará el
resto de los días? En contra de nuestros usos y tradiciones, ¿la bandera estará
a pico todo el año, hasta que se caiga de vieja?
Otra curiosidad “de Su
Majestad Católica”, una de las advocaciones del Rey de España, es la pretendida
modernidad de alejarse de la religión, en apariencia. Felipe es sucesor del
heredero del general Franco, quien dejó claro que la monarquía por el
instituida “no debía nada al pasado” (discurso de Franco a las Cortes al
proponer a su sucesor en julio de 1969)
Y que “para ejercer la Jefatura
del Estado como Rey o Regente se requerirá ser varón y español, haber cumplido la edad de
treinta años, profesar la religión católica (entre otras condiciones
artículo 9 de la Ley de Sucesión de 1947).
Y me dirán con razón, pero todo eso está fuera de lugar porque está
sustituido por la Constitución. Entonces, ¿por qué nuestro texto fundamental
recoge prácticamente íntegro el Artículo
11 de la Ley de Sucesión de Franco, estableciendo la discriminación de la mujer
con respecto al varón y manteniendo las condiciones esenciales para ser sucesor
que dejaron preterida a Elene frente a Felipe?:
Está claro que el
Estado es “aconfesional”, pero que la Monarquía, cuyo símbolo está coronado por
la cruz, es Católica. Ahora resulta que
en las invitaciones oficiales de la Casa Real se ha suprimido del
encabezamiento la fórmula tradicional. Detrás de “Su Majestad el Rey”, entre paréntesis la
expresión (que Dios guarde)” o, en algunos casos, simplemente, (q. D. g). Los
turiferarios alabas estos cambios como grandes novedades, ¿novedades de qué? La
verdad es no cambian para nada los aspectos esenciales de la institución.
Son tan modernos en la
Casa Real que ignoran la Constitución y convierten la sexualidad privada de
unas personas “en un colectivo”. ¡Vaya metedura de pata que ha ofendido a
muchos ciudadanos! Las recepciones de la Casa Real prometen ser singulares en
la medida que se convoque a los ciudadanos no por lo que son, por lo que
representan, sino como diría el Premio Nobel Camilo José Cela, por sus preferencias
íntimas.
Un gesto de modernidad
hubiera sido que Felipe hubiera jurado la Constitución –acto civil- de chaqué como
cuando lo hizo como Príncipe de Asturias. Y fue un error y un mensaje equívoco,
que previamente a su proclamación como Rey le impusieran la faja de general, rodeado
de autoridades militares. ¿Ese es el mensaje que se quiso dar a los
españoles…?: Esto sí que es importante, y no andar a vueltas con el mástil de
la bandera, quitando un uso formulario de una tarjeta de invitación o invitando
a las recepciones a los ciudadanos agrupados por sus apetencias sexuales y no
por lo que son por sí mismos.
Como dijo Giuliano
Ferrero, “la monarquía precisa ser, para
subsistir, una gran ficción”
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