El comité ejecutivo de la OICP en Budapest en 2010 |
Son ponderables todas las
iniciativas que hagan avanzar el protocolo como ciencia, corrigiendo la
precipitación de algunos pasos anteriores que la experiencia ha revelado
imprecisos. Siempre he dicho que, a mi entender, el planteamiento inicial de
las carreras de comunicación, cuando éstas se incorporan a la Universidad en
1970, estaba bien trazado: un primer periodo de formación básica común, y un
segundo de especialización específica. Como se sabe hoy son cuatro las carreras totalmente separadas en
este ámbito, al haberse sumado la de protocolo a las tradicionales de
Periodismo, Relaciones Públicas y Publicidad, y Comunicación Audiovisual.
En su día expresé una mera
opinión intelectual, en el sentido de que, a mi entender, la aparición de la carrera
de Protocolo, separada de las Relaciones Públicas, debería haber aconsejado un
periodo previo de publicaciones, trabajos científicos, estudios y aportaciones
que armaran la nueva ciencia más allá de la mera casuística práctica. Y esta opinión
me hizo aparecer a los ojos de algunos como enemigo de la nueva carrera, cosa
incierta. Pero mi perplejidad fue mayor cuando observé que los centros que
ofertaban a bombo y platillo el nuevo grado y todo los demás (pese a no
disponerse de los especialistas con el nivel académico que requieren tales
estudios) hasta el doctorado, digo que tales centros ofertaban como salidas
profesionales no ya las propias del Protocolo, sino otras comunes propias del Periodismo,
las Relaciones Públicas o la Publicidad, al tiempo que reclamaban para el grado
de Protocolo en exclusiva todo empleo que en su enunciado llevara esta palabra.
Ya es sabido que, en este caso,
siempre he defendido que la capacitación profesional no la otorga un papel
(aunque tenga validez jurídica), sino el esfuerzo personal, y que son varias
las vías para alcanzar aquélla, siendo sin duda una muy solvente, cursar un
post grado (público o privado), luego de haber obtenido una licenciatura o un
grado universitario previo en carrera específicamente relacionada o no.
Se nos decía que el Protocolo no
era parte de las Relaciones Públicas ni tenía ya nada que ver con ellas, sino
que junto con la Organización de Eventos y sus hijuelas era ya una carrera per
se. Era un planteamiento respetable, pese a que a los que estudiaban el nuevo
grado se les prometía que podrían acceder a tan variados empleos como “Relaciones
públicas, directores de comunicación o gestores de cuentas de Publicidad”, entre
otras.
Me entero ahora de que a finales
de mayo en Madrid, por parte de una activa institución que lidera este proceso
de transformación del Grado de Protocolo como camino exclusivo para
considerarse profesional del protocolo, se va a celebrar un congreso que, según sus promotores, será “el primer encuentro que busca analizar la situación del sector de los
eventos y su implicación en el ámbito de la Comunicación y las Relaciones
Públicas y su posicionamiento actual y de futuro, a través del análisis de profesionales
cualificados e investigadores de diferentes universidad con acreditada
experiencia profesional”.
La
lectura de este anunciado me produce cierta confusión, puesto que sitúa al
sector de los eventos en el ámbito de la Comunicación y las Relaciones
Públicas. Es decir, donde yo he creído siempre que ha estado, junto con el
Protocolo. ¿O son cosas separadas?
Ni que
decir tiene que deseo el mayor éxito científico a esta iniciativa que debe ser
bienvenida como todas las que se producen, y de las que no todos informan por
igual, debido a pequeñas miserias o batallas comerciales que se rigen por las
leyes del mercado, no por las de la ciencia.
Es
bueno, pues, que se avance en convertir al Protocolo en una ciencia solvente
dentro del conjunto de la Comunicación, poniéndolo en relación con el Derecho,
la Sociología, la Historia, la Ética y la Estética, entre otras muchas. Reitero
pues mis votos por el éxito de esta convocatoria, pues el camino del estudio es
sin duda el mejor para convertir al protocolo en la ciencia que a todos nos
interesa.
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