Hay varias preguntas que hacerse,
como ciudadanos, luego el espectacular espectáculo sobre Letizia Ortiz
Rocasolano, publicado el 14 de septiembre de 2012 (yo guardo ya algunos
ejemplares) en los más importantes diarios nacionales, con excepcional
unanimidad y despliegue. En este sentido, los periodistas sabemos lo que cuesta
una plana, la rigurosa administración del espacio en prensa y la diferencia
entre un “remitido” o un reportaje propio. Las fotos las mandó la Casa Real.
¿Era publicidad, quiero decir, propaganda pagada o ha sido una generosa
aportación de la prensa a la recomposición de la imagen de la familia Capeto? Y
si se pasó por taquilla, ¿cuánto ha costado el alarde? ¿Es el cuarenta
cumpleaños de la consorte del heredero motivo suficiente para este despliegue?
No deja de ser una curiosa
paradoja, que la recuperación de la imagen de institución reinstaurada en
España; de la monarquía católica, según su propia advocación histórica (si bien
la confluencia de la herencia dinástica es un pito que poco toca en esta
historia, según el propio Juan Carlos, que como he dicho otras veces, considera
antiguallas las leyes de familia, a las que se atuvo su padre y ahora nuevo Rey
Juan III), digo según su propia advocación repose sobre una periodista
divorciada, acatólica y republicana, según conocimiento popular, hasta que
apareció en su vida el enamorado morador de la Zarzuela. Pero en las historias
de ficción como ésta, tales cosas poco importan.
Y no obviamente porque las
creencias, condición o vida anterior de Letizia tenga la menor importancia,
sino porque justamente, la Iglesia que santifica las uniones sagradas de las familias
reinantes y la propia ideología anterior de la citada sea tan dispar con lo que
ahora encarna. Esa sí que es conversión y no la de San Pablo.
Y a mí me extraña que esta gente,
y quienes con ellos colaboran, sigan pensando que los españoles somos idiotas.
En un momento histórico y tan delicado como éste, cuando una parte esencial de
España ha planteado la sección, lo realmente importante de lo que hay que
ocuparse es el del nuevo peinado de la hija de Ortiz.
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